IGLESIA PARROQUIAL DE LOS SANTOS MARTIRES CIRIACO Y PAULA En pleno centro de la ciudad se encuentra el
edificio que constituye la Iglesia Parroquial, edificio que cuenta con más de quinientos años de historia y que ha sufrido numerosas vicisitudes
(cambios, destrucciones, derrumbes, terremotos, etc.…) y todo ello agravado por la composición del subsuelo donde se ubica el edificio (corrientes
fluviales subterráneas, suelo arcilloso, etc.…), poco adecuada para una edificación de este porte. La iglesia parroquial de los Santos Mártires responde a una planta que
cuenta con tres naves (principal más dos laterales) y otras dos naves de capillas entre los contrafuertes; en la cabecera un presbiterio amplio
de estructura tremolada. La portada es de ladrillo, y como se puede observar, conserva el diseño del siglo XVI. La puerta, de madera, fue
realizada a finales del siglo XVIII, y el cancel, de 1833, procede del convento de Santo Domingo de Ronda.
Exterior
Su fábrica de mampostería, ladrillo y los basamentos y cadenas de piedra blanca crean una rica policromía, alzándose en la esquina
de la Plaza de los Mártires con la calle Mártires la torre cuadrada que inicialmente construyera el maestro Bartolomé Pérez en 1.548.
De los accesos a la iglesia, el principal, aunque menos usado, se realiza a través de un atrio formado por un triple
arco de ladrillo sobre columnas toscanas de piedra, coronado por un azulejo moderno que alude a los mártires Ciriaco y Paula, integrados
simbólicamente en el escudo de la ciudad aquí representado. Bajo él se abre la portada de ladrillo (rehecha en el s. XIX pero manteniendo el
diseño del siglo XVI), con columnas acanaladas y capiteles agrutescados. La puerta, de madera ricamente tallada, es obra de finales del siglo
XVIII, y el cancel colocado en 1.833, procede del convento de Santo Domingo de Ronda.
El atrio da acceso a la puerta principal, y no fue realizada hasta 1.833, como consecuencia de las leyes que el rey Carlos III estableció para eliminar los cementerios en las proximidades de las parroquias y zonas urbanas, trasladándose los enterramientos al recién inaugurado cementerio de San Miguel donde se instalaron numerosos nichos y columbarios propiedad de órdenes religiosas y cofradías. El 18 de junio de 1833 se inauguró la verja de hierro. La construcción de este atrio ocultó la antigua disposición de la fachada
principal de la iglesia cubriendo las pinturas primitivas que decoraban todo el muro frontal. Éste estaba compuesto de elementos
decorativos con referencias arquitectónicas y figurativas, con gran luminosidad y colorido: en una hornacina rodeada de hermosas rocallas se
situaban los emblemas de los Mártires y, a ambos lados, las figuras de las alegorías de la Caridad y de la Esperanza; todo rematado con un arco
apuntado. Estas pinturas del barroco final se han recuperado, en parte, gracias a la intervención realizada por la Archicofradía del Huerto.
Otro acceso, el más utilizado, se encuentra en el lateral que mira hacia la calle Comedias. Esta portada lateral es de
piedra blanca arenisca, con arco de medio punto entre pilastras toscanas, se corona por un penacho que contiene una alegoría de la Fe Católica,
del cual nace un frontón curvo partido, debajo del cual encontramos decoración rococó y barroca más clásica.
Tras ella se abre un pequeño vestíbulo cubierto con bovedilla muy alargada prodigándose la decoración rococó en el calado
cancel. Nuevas puertas de madera dan acceso a esta fastuosa iglesia.
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Interior
El sencillo aspecto exterior de la iglesia no deja traslucir la riqueza
interior. Esta iglesia es el mejor ejemplar del rococó en Málaga. Aunque con
un cierto movimiento en la estructura del presbiterio, no es aquí donde mejor se ofrece este estilo sino en la variada, bellísima y elegante
decoración sobrepuesta, que responde a diferentes etapas. De mediados del siglo XVIII es la del presbiterio y entre de 1.767 y
1.777 la de la sacristía y renovación de la nave, manteniéndose en la bóveda la ornamentación de la primera mitad del siglo.
Evidentemente esta decoración de rocalla no podía complacer a los neoclásicos
y académicos de la época, y así Ponz ya
señaló que "se había revestido con tal género de despropósitos y de tanta hojarasca y relumbrones que resulta confuso a la vista del
inteligente". En el Diccionario de Madoz no se juzga más piadosamente su estilo, perteneciente "a la época de mayor conmoción
de nuestra arquitectura,... cuando no dominaba ya en las artes ningún pensamiento analítico ni filosófico", sin embargo le da un alto
valor a la iglesia ya que considera tan confusos y exuberantes sus adornos que la equipara a las obras de Ribera, Tomé y Churriguera. Y no le
queda más remedio que reconocer que "a través de todo este mal gusto (nótase) mucha unidad, grande imaginación y una variedad que
fascina".
La estructura interior es de tipo basilical de tres naves en la que se inserta un cuerpo trebolado que, aunque en los documentos se cita como capilla mayor y crucero, en rigor éste es más bien un brazo transversal absidiado que forma un todo único en el presbiterio. En el interior del templo, la luz, sabiamente dirigida, juega un papel
importante, vigorosa en la nave, matizada en el presbiterio, convierte el camarín y retablo en un punto luminoso de atracción final de un eje,
lugar trascendental del templo con un lienzo de la Virgen de la Trinidad, y a ambos lados de esta imagen hay medallones con arcángeles pintados,
que junto con los que se encuentran en los bordes de los brazos del crucero, componen un programa angélico.
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Las Naves laterales se estructuran entre fajones, con la misma
decoración de los centrales, en tramos cuadrangulares cubiertos con bóveda de aristas con baquetones mixtilíneos y rosetón central, apoyados
en pilastras amplias con placas recortadas con yeserías.
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