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Málaga |
![]() MENSAJE DEL PAPA DURANTE SU ENCUENTRO CON JÓVENES RELIGIOSAS Queridas jóvenes religiosas:
Dentro de la Jornada Mundial de la Juventud que estamos celebrando en Madrid, es un gozo grande poder
encontrarme con vosotras, que habéis consagrado vuestra juventud al Señor, y os doy las gracias por el
amable saludo que me habéis dirigido. Agradezco al Señor Cardenal Arzobispo de Madrid que haya previsto
este encuentro en un marco tan evocador como es el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Si su célebre
Biblioteca custodia importantes ediciones de la Sagrada Escritura y de Reglas monásticas de varias familias
religiosas, vuestra vida de fidelidad a la llamada recibida es también una preciosa manera de guardar la
Palabra del Señor que resuena en vuestras formas de espiritualidad.
Queridas hermanas, cada carisma es una palabra evangélica que el Espíritu Santo recuerda a su Iglesia (cf.
Jn 14, 26). No en vano, la Vida Consagrada «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio
como su norma de vida. En este sentido, el vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte en
“exégesis” viva de la Palabra de Dios... De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada
regla, dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica» (Exh. apostólica
Verbum Domini, 83).
La radicalidad evangélica es estar arraigados y edificados en Cristo,
y firmes en la fe (cf. Col, 2,7), que en la Vida Consagrada significa ir a la raíz del amor a Jesucristo
con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese amor (cf. San Benito, Regla, IV, 21), con una
pertenencia esponsal como la han vivido los santos, al estilo de Rosa de Lima y Rafael Arnáiz,
jóvenes patronos de esta Jornada Mundial de la Juventud. El encuentro personal con Cristo que
nutre vuestra consagración debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora en vuestras vidas;
y cobra una especial relevancia hoy, cuando se constata una especie de “eclipse de Dios”,
una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del
tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza.
Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la
consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado. Dicha radicalidad evangélica de la Vida Consagrada se expresa en la comunión filial con la Iglesia, hogar de
los hijos de Dios que Cristo ha edificado. La comunión con los Pastores, que en nombre del Señor proponen
el depósito de la fe recibido a través de los Apóstoles, del Magisterio de la Iglesia y de la tradición cristiana.
La comunión con vuestra familia religiosa, custodiando su genuino patrimonio espiritual con gratitud, y
apreciando también los otros carismas. La comunión con otros miembros de la Iglesia como los laicos,
llamados a testimoniar desde su vocación específica el mismo evangelio del Señor. Finalmente, la radicalidad evangélica se expresa en la misión que Dios ha querido confiaros. Desde la vida
contemplativa que acoge en sus claustros la Palabra de Dios en silencio elocuente y adora su belleza en la
soledad por Él habitada, hasta los diversos caminos de vida apostólica, en cuyos surcos germina la semilla
evangélica en la educación de niños y jóvenes, el cuidado de los enfermos y ancianos, el acompañamiento
de las familias, el compromiso a favor de la vida, el testimonio de la verdad, el anuncio de la paz y la
caridad, la labor misionera y la nueva evangelización, y tantos otros campos del apostolado eclesial. Queridas hermanas, este es el testimonio de la santidad a la que Dios os llama, siguiendo muy de cerca y sin
condiciones a Jesucristo en la consagración, la comunión y la misión. La Iglesia necesita de vuestra fidelidad
joven arraigada y edificada en Cristo. Gracias por vuestro “sí” generoso, total y perpetuo a la llamada del
Amado. Que la Virgen María sostenga y acompañe vuestra juventud consagrada, con el vivo deseo de que
interpele, aliente e ilumine a todos los jóvenes. Con estos sentimientos, pido a Dios que recompense copiosamente la generosa contribución de la Vida
Consagrada a esta Jornada Mundial de la Juventud, y en su nombre os bendigo de todo corazón.
Muchas gracias.
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